Salvemos juntos el Ayuí

Aprende más acerca del proyecto que pretende inundar 8.000 hectáreas para plantar arroz y soja en Corrientes. Los ríos en Argentina son un bien público, sería la primera vez que una empresa se adueña de un río, en beneficio propio ¿podrían entonces otras empresas hacer lo mismo y adueñarse de cualquier río en nuestro país? Texto completo

4/8/08

PROYECTO AYUÍ - MÁS ARRÓZ……..¿Y MENOS QUÉ?


Por Juan Esteban Desimoni

“Dios ha muerto” anunciaba Friedrich Nietzsche en las postrimerías del siglo XIX en clara referencia al desplazamiento de la noción de Dios como centro de la vida del hombre acaecida con el advenimiento de la modernidad.

Desde el momento de aquel anuncio hasta nuestros días infinidad de hombres de carne y hueso, ideologías y hasta simples conceptos se han disputado el honor de encarnar esta idea de El Bien Absoluto, (El que no posee mal), que es, lo que en definitiva, representaba Dios. De entre todos los competidores que pugnan por alcanzar la divinidad hay, sin lugar a dudas, uno que desde hace un tiempo a esta parte corre con una nítida ventaja por sobre el resto, me refiero claro, a la palabra inversión. Los motivos por los cuales la palabra inversión logró “ascender a los cielos” seguramente son varios, pero ninguno tan poderoso como aquel marcado por el hecho de que, generalmente, aquellos que impulsan los grandes proyectos de inversión poseen una enorme influencia (cuando no la propiedad) sobre los medios masivos de comunicación. El proceso de divinización, es decir, el proceso por el cual sus proyectos personales son despojados de su “parte mala” antes de ser presentados en sociedad es pues, relativamente sencillo para estos empresarios. Pero está claro que la palabra inversión tiene de divinidad tanto como cualquiera de nosotros y, como cualquiera de nosotros contiene simultáneamente bien y mal, tiene la posibilidad de mejorar y empeorar o ayudar y perjudicar al mismo tiempo. En virtud de esto, el anuncio de una inversión (me refiero fundamentalmente a los proyectos de inversión “grandes”) es, en principio, una buena noticia sólo para aquel que la propone (¡por eso la propone!) pero, desde el punto de vista social, es una noticia neutra. La calificación de buena o mala, deseable o no, positiva o negativa le llegará con posteridad a un exhaustivo análisis de sus “partes buenas” y sus “partes malas” y en donde el criterio de decisión deberá ser de la forma: si la contribución a la sociedad de la “parte buena” del proyecto es superior al daño inflingido a la sociedad por la “parte mala” del mismo, entonces, la inversión es deseable. Recién en ese momento el anuncio de una inversión dejará de ser una noticia neutra para convertirse en una buena noticia.
Puede ser éticamente reprobable, pero lo cierto es que la jurisprudencia asentada por la todopoderosa corte suprema del marketing ha determinado como válida esta idea de que para vender (un producto o un proyecto) hay que magnificar las virtudes y esconder los defectos. Ya no queda un correntino que no esté enterado de que, gracias al “proyecto Ayuí”, Corrientes aumentará su producción de arroz y tendrá 1.500 puestos de trabajo más, ¡hemos creado un nuevo Dios!, lo difícil será encontrar un sólo correntino que conozca, de manera más o menos precisa, en qué se puede ver perjudicado (y en qué magnitud), qué puede perder (y en qué magnitud), qué nuevas amenazas se ciernen sobre su patrimonio natural y cultural, etc.
Pero si aceptamos que el rol que les compete a los impulsores del proyecto es el de magnificar las virtudes y esconder los defectos, no debiéramos preguntarnos al menos, a quién le está reservada la tarea de buscar los defectos, de encontrar la “parte mala” de este falso Dios y darla a conocer a la sociedad. Y la respuesta es más que obvia, el encargado de esta tarea es el gobierno, es por ello que cuando uno escucha a nuestros gobernantes repetir “más arroz, 1.500 puestos de trabajo”, “más arroz, 1.500 puestos de trabajo”………., como si fueran un simple eco de las voces de los empresarios privados, presiente que estamos en problemas. Dando por descontado que la “parte buena” del proyecto será publicitada a los cuatro vientos, hasta el cansancio, al gobierno le cabe la misión de asegurarse de que la “parte mala” de este proyecto sea publicitada con la misma fuerza e insistencia que la “parte buena”. ¿No es esto, en definitiva, garantizar la igualdad de oportunidades? ¿Acaso ignora este gobierno que una sociedad sólo puede optar por lo mejor cuando conoce TODA la verdad?
Nos guste o no “Dios ha muerto” y sería mejor aceptarlo antes que andar inventando sustitutos patéticos que lo único que hacen es aumentar la confusión general. Nos guste o no, la utopía de El Bien Absoluto (El que no posee mal) ha desaparecido, y por lo tanto cualquiera que se arrogue esta característica, miente.
En estos días de capitalismo global los falsos dioses proliferan como nunca antes en la historia de la humanidad y los gobiernos deberían estar prestos para asumir, con claridad conceptual y capacidad técnica, la tarea de desenmascararlos para que, de esa forma, la sociedad los pueda apreciar en su dimensión justa, es decir, como entidades imperfectas.


Juan Esteban Desimoni
Economista

Cyberacción. Salvemos juntos el Ayuí