Salvemos juntos el Ayuí

Aprende más acerca del proyecto que pretende inundar 8.000 hectáreas para plantar arroz y soja en Corrientes. Los ríos en Argentina son un bien público, sería la primera vez que una empresa se adueña de un río, en beneficio propio ¿podrían entonces otras empresas hacer lo mismo y adueñarse de cualquier río en nuestro país? Texto completo

9/12/09

Reflexiones sobre la Pantomima

Por Sebastián Barbará

Absurdo, desatinado, oscuro, irracional, disparatado, necio, anacrónico; la lista de adjetivos podría continuar hasta agotar los recursos léxicos del idioma y, aun así, es probable que no se pudiera calificar con adecuada precisión al proyecto de megarrepresa Ayuí Grande. Y si tal es la circunstancia del proyecto, ¿qué decir de los argumentos esgrimidos en su defensa? ¿Cómo abarcar cabalmente, desde la lengua, esa puesta en escena montada bajo el aspecto de audiencia pública? ¿De qué manera hacer que quien recorra estas líneas logre hacerse una idea de lo acontecido? El desafío no es menor, sobre todo cuando, de manera obscena, ha quedado en claro que hay mucha, demasiada gente que no está dispuesta a hacer el más mínimo esfuerzo en comprender ciertas cosas; tal vez por incapacidad, tal vez por una acotada concepción de las conveniencias particulares y generales. Pero es posible que un relato más o menos aplicado de los sucesos, las circunstancias y las significaciones contribuya a que algunos adviertan la manada de elefantes que pasa frente a ellos, a que otros recuperen la vergüenza, y a que se corran algunos velos maliciosos y los miopes, que son muchos, puedan ver con algo más de claridad.


En principio, más allá del grotesco show resultante, es menester aclarar que esta audiencia pública estuvo viciada desde la misma convocatoria, ya que según un magistrado provincial, la misma no reunía los requisitos legales necesarios. A ello se agrega el hecho de haber sido convocada por un gobierno saliente, pocos días antes de caducar y que, más allá de su vigencia legal, carece totalmente de legitimidad política tras la aplastante derrota sufrida en las urnas; circunstancia quizás más degradante que la figura del "lame duck" yanqui y que debería instarlos a abstenerse de tomar decisiones temerarias en temas tan controversiales. Pero, al cabo, el proyecto ha mostrado un severo desapego al cumplimiento de la ley desde su misma concepción, por lo tanto, hay que reconocer que, en este sentido, sus impulsores se conducen con gran coherencia.

Asistí al acto público esperando escuchar precisiones técnicas acerca del proyecto en cuestión, algo que vengo esperando desde bastante tiempo; pero, en cambio, me encontré con un montaje publicitario que no era sino una extensión de la campaña propagandística conque nos vienen bombardeando y distrayendo a fin de desviar la atención de las cuestiones centrales que están en discusión y, de ese modo, llevar el debate al terreno que les conviene, aun cuando, en ese punto, ya se trate sobre temas que nadie puso -ni pondría jamás- en discusión. Pero sabido es que el sentido común es el menos común de los sentidos; que la mediocridad prohijada por las deficiencias educativas se generaliza cada vez más y la primacía de los intereses mezquinos lleva a optar por salidas facilistas, a pensar proyectos corroídos por la inmediatez y una avidez desenfrenada por el lucro, sin medir convenientemente las posibles consecuencias de los propios actos.

Allí donde debió prevalecer el discurso técnico e informativo, reinaron discursos tribuneros, propios de demagogos y políticos de medio pelo; si bien, de a ratos, tomaba la palabra alguien cuyo discurso hubiera despertado la envidia del mejor vendedor ambulante, si hubiese estado presente. Y si resultó más que patético observar la manera en que la mayoría de los presentes se dejaba arrastrar hacia el pantano de una discusión estéril, no le fue en zaga el obsceno exhibicionismo del desfile de voluntades adquiridas, que abarcó a empresarios de toda talla, comerciantes, trabajadores, "periodistas" y hasta algún científico de pretendido prestigio, todos quienes en ningún momento pudieron disimular el guión mal aprendido, la ausencia de espontaneidad, la obligación por nobleza, o la escasez de racionalidad en sus alocuciones. Pero como en toda pantomima no deben faltar los payasos, aquí los hubo y en cantidad; y subieron a escena ya fuera para descalificar, arengar, apoyar con cuanto argumento estuviese a mano y sonara más o menos importante, o simplemente para lo que mejor saben hacer, esto es, hacer reír, cumpliendo a rajatabla con el requisito principal de todo fantoche: no tener miedo al ridículo. Todo aquel que pretendió volver la discusión a su cauce recibió pronta respuesta negativa de parte de la claque, a todas luces patrocinada por quienes intentan imponer el proyecto, y que se sumó al grotesco aportando una manifiesta mediocridad que la llevó a vitorear, por no comprender del todo, algún discurso con tendencia más bien crítica. Tan burda fue su actuación que hasta dio lugar a que algunos purgaran su conciencia instando a respetar las disidencias; porque una cosa es violar la Constitución y las leyes, pero mucho cuidado con transgredir la etiqueta de una audiencia pública.

Con todo, apenas un par de horas de presenciar el acto bastaron para sacar conclusiones y plantearse algunos interrogantes, a saber:




- Las argumentaciones apuntaron a defender el trabajo, como si alguien, en algún momento, hubiese abogado por el ocio y la desocupación. Que se entienda de una buena vez: nadie les niega que puedan desarrollar libremente sus deseos de trabajar, tan sólo se les exige que lo hagan, como corresponde, dentro del marco de la ley; sin avasallar los derechos de otros. Nadie se opone al cultivo de arroz, lo que está en discusión es el cómo, esto es, la forma en que se lo debe desarrollar; y volvemos a lo principal: hay que ajustarse a derecho. Si existen proyectos alternativos que, de igual modo, traerían el sinfín de beneficios pregonados como leitmotiv del proyecto ¿por qué insistir en algo tan monstruoso y controversial?




- La interpretación del concepto de “trabajo” resultó más que llamativa: pude enterarme de que “trabajar” es “trabajar” si y sólo si implica levantarse temprano (más precisamente, a las 4:00 AM) y realizar algún tipo de esfuerzo físico. Todo lo demás, queda reducido a “Mirar pajaritos”. Quizás, algún día, quienes así lo entienden puedan comprender que dentro del conjunto de actividades que arbitrariamente han quedado englobadas en tal denominación, se encuentran aquellas que han logrado sacar a la especie de las cavernas, aquellas que han sido y siguen siendo el motor del progreso en todos los campos de la actividad humana, incluso el trabajo; porque si el mundo ha avanzado en diversos aspectos, poco tuvieron que ver en ello los perritos de sulqui y las mulas de carga, y mucho aportaron los pensadores. En cualquier caso, lo que quedó más que claro es que hay muchos que no están haciendo trabajar demasiado a sus cerebros; porque tanta unanimidad es sospechosa; sabido es que, si todos piensan lo mismo, quiere decir que algunos no están pensando.




- Como es público y notorio que escasean argumentos legales y técnicos a favor del proyecto, no faltó quien acudiera a la mística, desempolvando argumentos que fueron verdades absolutas hasta hace, tal vez, un siglo. Pero es comprensible, siempre es mejor, es más tranquilizador, tener a un dios de su lado; sobre todo un dios pretendidamente omnipotente que sostenga el perimido paradigma antropocentrista y mande dominar absolutamente todo; y que, de puro misericordioso, perdonará todas y cada una de nuestras faltas, aún cuando estas sean cometidas con plena conciencia de que se está procediendo mal. Y si acaso faltara algo, Dios proveerá; y si algo fallara, Dios sabrá por qué hace las cosas; y si extinguimos alguna especie, Dios lo quiso; y sus caminos son misteriosos; y hágase su voluntad así en la tierra como en el agua, esto es, en el agua del Ayuí. La ignorancia de las masas siempre fue redituable para los poderosos y, muchas veces, ignorar o fingir que no se sabe exime de culpas; porque el saber, el tomar conciencia de las cosas, implica asumir responsabilidades; entonces, es mejor que sea la voluntad de Dios, porque entonces la culpa se dispersa, es de todos y, cuando es así, la culpa es de nadie. Pocas cosas son tan ridículas como querer profundizar un modelo de producción que se ha agotado nada menos que por poner en peligro la misma supervivencia de nuestra especie; en especial cuando el mundo se dispone a discutir, precisamente, la necesidad de un cambio de paradigma productivo que intenta relocalizar al hombre en el contexto planetario.




- Un argumento recurrente en la propaganda pro megarrepresa ha sido el hambre mundial y la necesidad de producir alimentos para paliarlo. Pero tan grande es el corazón de la U.T.E. que lo ha convertido casi en la razón única de su proceder y, aparentemente, la sola conciencia acerca de la existencia de este flagelo los ha sumido en un estado de premura y emoción violenta que les ha hecho olvidar algunas realidades: que el problema del mundo no es la escasez de alimento, sino la injusta y desproporcionada distribución de los mismos, y eso es algo que no lo solucionará el proyecto Ayuí Grande; o que para hacer el bien es desaconsejable elegir el camino del mal, como lo es el violar los contratos de convivencia que acuerdan las sociedades (leyes). Por si quedara alguna duda, baste recordar que quienes actúan movidos por sentimientos altruistas jamás se valen de cualquier medio para conseguir sus fines, porque esa misma conciencia moral que genera el impulso de hacer el bien exige obrar bien en cada instancia hasta lograr el objetivo; y, por el contrario, quienes persiguen fines mezquinos, reñidos con el bien común, nunca vacilan en valerse de cualquier medio para satisfacer sus intereses.




- Para quienes no tengan el corazón tan grande, también hay razones de peso: la promesa de trabajo a mansalva y una producción de riqueza cuyo derramamiento propiciará el bienestar económico de Mercedes. Ante ello volvemos a la ineludible verdad de que, con proyectos alternativos, se podría lograr exactamente lo mismo; pero antes que eso, existen razones para dudar del verdadero destino de la riqueza que se estima podrá generarse. Y es que, en el mes de Abril de 2009, una nota de Jorge Lanata publicada en el diario Crítica y de la que se hicieron eco otros medios (salvo los pertenecientes al Grupo Clarín, ya se verá por qué), relataba el caso de un agente financiero de nacionalidad argentina, quien trabajaba administrando los modestos ahorros de algunos connacionales en la colosal financiera JP Morgan, con asiento en los Estados Unidos. Algunas desprolijidades en el manejo de ciertos fondos hicieron que el mencionado agente se entregara a la justicia en carácter de “arrepentido”, por lo cual entregó una lista de su cartera de clientes, quienes a partir de la intervención judicial están bajo investigación por lavado de dinero y evasión impositiva. Algunos de los nombres que figuraban en dicha lista como propietarios de cuentas ciertamente millonarias son harto conocidos: Ernestina de Noble (propietaria de Clarín) y José Aranda, miembro del directorio de Grupo Clarín; aunque por estas tierras sea, quizás, más conocido por ser el propietario de la empresa Copra S.A., la cabeza más visible de la U.T.E. y tal vez la principal impulsora del proyecto Ayuí Grande. Entonces, inevitablemente, surgen interrogantes: ¿Qué destino tendrán las harto pregonadas ingentes ganancias de la producción de arroz? ¿Habrá un retorno en inversión genuina para Mercedes o se producirán millones para que alguien siga fugando capitales del país hacia sus ya sustanciosas cuentas off shore?


Y los planteos podrían seguir, porque, por ejemplo, nadie parece haberse acordado de que miles de nuevas hectáreas de arroz u otros cultivos requerirán toneladas de agroquímicos, que varios estudios están señalando como cancerígenos y cuya aplicación resultaría en la presencia de una nube tóxica a un tiro de piedra. Muchos de quienes dejaron la propia dignidad frente al micrófono en la audiencia pública con el fin de defender el proyecto son productores agropecuarios, miembros de un sector que, razonablemente, se ha desgañitado reclamando, al gobierno nacional, reglas de juego claras y justas; pero no obstante, no han vacilado en dar apoyo a quienes abiertamente pretenden avasallar las normas vigentes en un espectro que va desde la Constitución Nacional hasta el Código de Aguas de la provincia ¿La coherencia? Bien, gracias. Ni qué hablar de un gobierno provincial que se ha mostrado más cercano a pasar a formar parte de la U.T.E. que de defender las leyes que fundamentan su propia existencia.

¿Qué expectativas despierta el recambio gubernamental? pues, aunque la primera evidencia nos muestra una abierta desobediencia al mandato recibido en las urnas, cualesquiera hayan sido los motivos, la esperanza de que alguien se decida a observar el cumplimiento de la ley -al cabo eso es lo que se jura al asumir- siempre estará presente; de lo contrario, ya nada justificaría estas líneas. Porque si el pueblo asiste a una tragedia que arteramente es representada en clave de pantomima, y se da el caso de que no consiga notar la diferencia o, peor aún, que lo acepte mansamente y a conciencia, entonces quiere decir que, como sociedad, tenemos un grave problema. Y es algo que no lo arregla el director de la obra por sí solo, necesariamente debe participar el público. Pongamos manos a la obra.

Cyberacción. Salvemos juntos el Ayuí